5 momentos en los que no deberías ducharte (aunque creas lo contrario)

La ducha es uno de esos rituales diarios que la mayoría de nosotros consideramos intocables. Para muchos, es casi sagrado: un baño en la mañana para despertar, otro en la noche para relajarse o después de hacer ejercicio para quitarnos el sudor. La sensación de agua cayendo sobre la piel no solo refresca, también nos da una especie de reinicio físico y mental.

Pero lo curioso es que, aunque ducharse parece algo inofensivo y hasta necesario, hay momentos específicos en los que no es la mejor idea. El agua caliente, el vapor y hasta los productos que usamos pueden tener un efecto negativo si los aplicamos en circunstancias inadecuadas. Lo que para nosotros es un gesto de higiene o comodidad, en ciertos contextos puede jugar en nuestra contra.

Por eso hoy quiero contarte cinco situaciones en las que lo mejor es pensarlo dos veces antes de abrir la ducha. Tal vez te sorprendas, porque algunos de estos casos son muy comunes y solemos pasarlos por alto.


1. Justo después de una comida muy abundante
¿Alguna vez terminaste un almuerzo pesado y pensaste: “me voy a dar una ducha caliente para relajarme”? Pues resulta que no es el mejor momento para hacerlo. Cuando comemos bastante, nuestro cuerpo concentra gran parte de la circulación en el sistema digestivo para procesar lo que acabamos de ingerir. Si en ese momento nos metemos en una ducha caliente, el calor provoca que los vasos sanguíneos de la piel se dilaten, desviando parte de la sangre que debería estar enfocada en la digestión.

El resultado: sensación de pesadez, digestión lenta y, en algunos casos, mareos. No significa que no puedas bañarte en todo el día, pero sí conviene esperar al menos una hora después de una comida copiosa. Tu estómago y tu intestino te lo van a agradecer.


2. Inmediatamente después de hacer ejercicio intenso
La lógica nos dice que tras una buena sesión de entrenamiento lo que necesitamos es una ducha para eliminar el sudor. Y sí, es cierto que la higiene después de ejercitarnos es fundamental, pero el error está en hacerlo demasiado rápido. Cuando terminamos de hacer deporte, el cuerpo aún está en un proceso de regulación de la temperatura. Si te metes de golpe bajo el agua, especialmente fría, puedes alterar ese proceso natural y forzar al organismo a reaccionar bruscamente.

Por otro lado, el agua caliente justo después de entrenar puede aumentar la inflamación muscular en lugar de ayudar a relajar. Lo recomendable es esperar entre 20 y 30 minutos, permitir que el pulso y la temperatura corporal vuelvan a un estado más normal, hidratarse y luego sí disfrutar de la ducha. Incluso, si te ejercitas mucho, las duchas con agua templada tienden a ser mejores para la recuperación.


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