El impacto del estrés físico y emocional en el músculo trapecio

El trapecio es uno de esos músculos que la mayoría de la gente no menciona hasta que duele. Está ubicado en la parte superior de la espalda, extendiéndose desde la nuca hasta los hombros y bajando hacia la mitad de la espalda. Su función es clave: ayuda a mover la cabeza, sostener el cuello, estabilizar los hombros y hasta colaborar con la postura. Pero lo interesante es que este músculo no solo se afecta por esfuerzo físico, también responde de manera directa al estrés emocional.

Seguro alguna vez has sentido los hombros tensos después de un día lleno de preocupaciones o un dolor molesto en la parte alta de la espalda tras cargar mucho peso o pasar horas frente a la computadora. Eso no es casualidad: el trapecio es uno de los primeros músculos en “hablar” cuando el cuerpo y la mente están bajo presión.

Cuando el cuerpo se sobrecarga físicamente
El estrés físico sobre el trapecio suele aparecer en personas que cargan objetos pesados, entrenan sin una buena técnica, o simplemente pasan horas en posturas poco ergonómicas, como mirar el celular con la cabeza inclinada hacia adelante o sentarse encorvado frente al escritorio. Con el tiempo, esa sobrecarga provoca contracturas, rigidez y hasta dolores de cabeza tensionales. El músculo, al estar siempre en tensión, pierde flexibilidad y se vuelve más propenso a lesiones.

El peso de las emociones en los hombros
Pero lo que más sorprende es cómo las emociones se traducen en tensión física. Estrés, ansiedad, preocupaciones, e incluso la tristeza, tienden a acumularse en la zona del trapecio. Muchas personas describen la sensación como si cargaran “un peso en los hombros”, y esa frase no es solo metafórica. El cuerpo responde al estado mental aumentando la tensión muscular, y el trapecio es un blanco frecuente.

Síntomas de un trapecio cargado
Algunos de los signos más comunes de que este músculo está sufriendo son: dolor que se extiende hacia la nuca, limitación para mover el cuello, sensación de rigidez, dolor de cabeza en forma de presión y, en casos más avanzados, hormigueo que baja por los brazos. Lo curioso es que, aunque el origen sea emocional, los síntomas son tan reales y físicos como los de una sobrecarga deportiva.

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