¿Dormir con tu gato? Cuidado con esta enfermedad silenciosa que muchos desconocen

Dormir con tu gato puede parecer una de las cosas más tiernas del mundo. Ese ronroneo suave, el calorcito de su cuerpo y la sensación de compañía pueden hacer que cualquier noche sea más agradable. Muchas personas incluso aseguran dormir mejor cuando su mascota está cerca, como si el gato les transmitiera calma. Sin embargo, detrás de esa escena adorable puede esconderse un riesgo del que pocos hablan: una enfermedad silenciosa que puede afectar la salud humana sin que te des cuenta.

Aunque los gatos son animales limpios por naturaleza y suelen pasar gran parte del día acicalándose, eso no los hace inmunes a ciertas bacterias, parásitos o agentes infecciosos que pueden transmitirse a los humanos. La convivencia cercana, especialmente cuando se comparte la cama, puede facilitar ese contagio sin que notemos nada en un principio.

La enfermedad más preocupante en este contexto se conoce como enfermedad por arañazo de gato o bartonelosis. Es causada por una bacteria llamada Bartonella henselae, que se encuentra en la saliva y las uñas de los gatos infectados. Lo peligroso es que, aunque el gato no presente síntomas visibles, puede portar la bacteria y transmitirla con un simple rasguño, una mordida o incluso al lamer una herida abierta o una zona sensible de tu piel.

¿Cómo se contagia realmente?

El contagio no necesariamente ocurre porque el gato sea “sucio” o porque viva en la calle. Muchos gatos domésticos, aparentemente sanos, pueden portar la bacteria sin mostrar signos de enfermedad. Generalmente, ellos la adquieren por las pulgas, que son el vehículo más común de transmisión. Si una pulga infectada muerde al gato y este luego se lame o rasca, la bacteria puede alojarse en sus uñas o saliva. Así, cualquier contacto directo con la piel humana —una pequeña herida o rasguño— puede ser suficiente para pasar la infección.

Dormir con el gato aumenta las probabilidades de este contacto. Durante la noche, mientras nos movemos, el gato puede arañar sin querer, o incluso lamer alguna zona sin que lo notemos. Además, las pulgas pueden trasladarse de su pelaje a las sábanas o al cuerpo humano, especialmente si no se tiene un control regular de parásitos.

Los primeros síntomas

Uno de los aspectos más complicados de esta enfermedad es que puede pasar desapercibida durante varios días. Los primeros síntomas suelen ser leves y confusos: un poco de fiebre, malestar general, cansancio, y en algunos casos, inflamación de los ganglios linfáticos, especialmente cerca del área afectada por la mordida o el rasguño. A veces aparece una pequeña lesión o protuberancia en la piel, parecida a una picadura de mosquito, que muchos ignoran.

Sin embargo, cuando la bacteria avanza o el sistema inmunológico está debilitado, los síntomas pueden volverse más graves: fiebre persistente, dolor de cabeza intenso, pérdida de apetito, e incluso inflamación del hígado o del bazo. En casos más raros, puede afectar los ojos o el sistema nervioso, generando complicaciones importantes.

No todo el mundo reacciona igual

La mayoría de las personas con un sistema inmunitario fuerte pueden superar la infección con tratamiento médico adecuado. Pero quienes tienen defensas bajas —como ancianos, niños pequeños o personas con enfermedades crónicas— pueden sufrir consecuencias más serias. Por eso, aunque amar y cuidar a los gatos es maravilloso, es importante hacerlo con precaución y responsabilidad.

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