El tipo de jabón también juega un papel clave. Los jabones antibacteriales o muy perfumados suelen ser demasiado fuertes para la piel de los adultos mayores. Lo ideal es usar productos suaves, con pH balanceado, o incluso jabones hidratantes que contengan ingredientes como avena, glicerina o aloe vera. Así, la piel no solo queda limpia, sino también protegida.
Después del baño, no hay que olvidar la hidratación. Aplicar una crema humectante mientras la piel aún está un poco húmeda ayuda a sellar la humedad y mantener la piel suave. Este simple gesto hace una gran diferencia en el bienestar diario de una persona mayor, ya que reduce la sensación de tirantez y la picazón que puede aparecer tras la ducha.
Ahora bien, más allá de la piel, el baño también cumple un papel emocional. Para muchos adultos mayores, una ducha representa un momento de relajación y autocuidado. Esa sensación de frescura y bienestar influye directamente en el estado de ánimo y la autoestima. Por eso, aunque no sea necesario ducharse todos los días, mantener cierta rutina ayuda a sentirse bien consigo mismo.
Otro punto que no podemos dejar pasar es la seguridad. A medida que envejecemos, aumenta el riesgo de caídas en el baño. Es fundamental que la zona de la ducha esté adaptada, con barras de apoyo, piso antideslizante y buena iluminación. Algunas personas incluso optan por una silla de ducha para sentirse más cómodas y seguras. Después de todo, de nada sirve mantener la piel sana si el baño se convierte en una situación de peligro.
En resumen, no se trata de dejar de bañarse ni de obsesionarse con duchas diarias, sino de entender lo que realmente necesita el cuerpo en esta etapa de la vida. Con dos o tres duchas a la semana, limpiezas localizadas diarias, productos adecuados y algunas precauciones, las personas mayores pueden mantener una higiene excelente sin comprometer la salud de su piel ni su seguridad.
La higiene es mucho más que un acto físico: es una forma de cuidado y de respeto hacia uno mismo. Adaptar esa rutina a los cambios de la edad es una muestra de sabiduría y de cariño por el propio cuerpo. Así que, si tienes más de 65 años o cuidas de alguien en esa etapa, recuerda que menos puede ser más cuando hablamos de duchas.