También es muy útil incorporar alimentos ricos en fibra, como frutas, vegetales, semillas de chía y linaza. Estos actúan como una especie de “escoba” que barre los residuos del colon. Además, beber suficiente agua durante el día es clave para mantener un tránsito intestinal adecuado.

No podemos olvidarnos del ejercicio. Mover el cuerpo estimula los intestinos, mejora la circulación y contribuye a reducir el estrés. Y no, no necesitas hacer rutinas intensas; con caminar todos los días durante 30 minutos ya puedes notar la diferencia.
Por último, escucha tu cuerpo. Si notas que ciertos alimentos te hinchan, te provocan gases o malestar, trata de reducir su consumo. No hay una dieta mágica que funcione para todos. Cada cuerpo es distinto, y lo que a uno le sienta bien, a otro puede afectarle.

Así que la próxima vez que sientas que tu abdomen está abultado, no corras a juzgarte frente al espejo. Pregúntate: ¿Es realmente grasa o será inflamación? A veces, el primer paso para mejorar es simplemente entender lo que está pasando dentro de ti.